María (Parte II)
Esa noche hacía bastante frío y para peor, él pensando en qué le diría a María cuando la viera nuevamente se olvidó de abrir el agua caliente y al momento de ducharse se pegó un susto criminal y una cuasi neumonía. Pero aún así, el agua fría le puso las ideas en orden, lo que no impidió que tardase una eternidad en elegir qué ponerse para finalmente cambiar todo lo que se había puesto porque consideraba que no le quedaría bien. María llegó muy puntual. Maldita puntualidad pensó en el momento que le avisaron por el teléfono que una señorita le esperaba. La voz del recepcionista le sonó horrible y demasiado melosa, casi cantándole al oído. A pesar de que ya estaba listo, tardó diez minutos más en ir hacia el restaurant porque una miradita en el espejo le había revelado una mancha atómica cerca al cierre del pantalón, lo que - pensó con toda la paranoia del mundo – le haría suponer a María que era un onanista consagrado. Buscó con desesperación un nuevo jean y al no encontrarlo no tuvo más remedio que limpiarlo con un poco de agua. A eso de las ocho y diez apareció caminando casi a tientas por el restaurant que deliciosamente se había transformado en un lugar cautivador, romanticón sin llegar a la cursilería con cirios quemándose lentamente alrededor de las mesas. Cuando la vio quedó perplejo. Para todo esto, María había elegido una mesa cerca a una ventana amplia desde la cual se podía ver una antigua y pequeña plaza de piedra, la cual era uno de los atractivos del hotel. A la luz de las velas, pudo ver cómo el cabello dorado de María ahora estaba suelto, sólo sujeto por una cinta lila en la parte alta de la cabeza y caía sobre su espalda. Vestía una chompa marrón bastante delgada, un jean y se podía decir que los únicos adornos en su cuerpo eran esa noche la cinta sobre la cabeza y el anillo en su mano. Anillo, que nuevamente él pasó por alto al verla tan linda e increíblemente sencilla. Un mozo le tocó el hombro diciéndole si el señor necesitaba algo, que parado ahí en medio de las mesas incomodaba a los clientes de las mesas cercanas y obstaculizaba bultescamente el libre tránsito de los mozos. ¿Ah? Fue lo poco que atinó a pensar pues en ese momento ella volteó y lo miró. Se sintió literalmente parado como un huevón. Ella le sonrió nerviosamente y le saludó con la mano al tiempo que le señalaba la silla y hacía gestos como diciendo “se supone que nosotros comeremos juntos”. Y es que él todavía se hallaba a unos increíbles quince metros y realmente estaba huevonamente parado. … Mis estimados lectores, este pequeño pie de página quiero dedicarlo a todos ustedes y también aprovechar para darles las gracias por haberme acompañado en el año 2010… que, bueno, ya se está yendo. Mis deseos para estas fechas son los mejores y que las pasen cerca de quienes más importan para ustedes. Un abrazo para todos. Feliz Navidad. Excelente Año Nuevo. Luis Delgado P.D.- Obviamente, María continúa… …