María (Parte I)
Alrededor del dedo anular de María, que es guapa; guapísima, hay un anillo. Además es increíblemente difícil apartar la mirada de ella, una vez que se ha caído en la cuenta de sus ojos claros. Ojos que no son verdes ni azules, sino de un espectacular color miel. Él no resistió (o mejor dicho, no pudo resistir) esos ojos, luego cayó cautivo de su boca y es que su boca, sus ojos, sus cabellos, su perfume, su voz; todo en ella era hermoso, todo en ella era perfecto. Tal vez él no se había dado cuenta que había quedado boquiabierto, pero ella obviamente sí. Alrededor del dedo anular de María, hay un anillo. Él no se percató de la existencia del mismo en ningún momento. No se dio cuenta que habían llegado en el mismo vuelo ni tampoco supo nunca que a ella le pareció interesante desde el momento en que lo vio sentado en la sala de espera. Y es que los hombres somos así María. No te enojes. No es tu culpa, tampoco es culpa de él. Él es uno más. Se puede decir que es un estúpido pero así somos todos. No te enojes con él… pero – déjame decirte una cosa – hasta enojada te ves linda. Y bueno, luego de quedar boquiabierto se le antojó – gracias al cielo – decir algo y tal vez fue la emoción del momento pero le invitó a cenar esa noche en su hotel. Y ella como que se ruborizó un poco y alzó una ceja… y es que él todavía no conocía mucho de la ciudad y no tenía otro lugar a donde invitarle… Ahhh dijo ella y sonrió con una sonrisa que de hecho alegró la vida de más de un peatón que pasaba por casualidad por las antiguas calles de piedra. Era curioso ver cómo hasta en los lugares más antiguos del mundo se sucedían una y otra vez las mismas escenas. Era curioso cómo hasta en los lugares más viejos nacían cosas nuevas. Cariño nuevo. Alegría nueva. … Continúa próximamente …