ya acabó su novela

Un Ocaso (2001)

Publicado: 2009-11-02

  No había comido en tres días y los ojos viejos, cansados ya de tanta vida, se apagaban poco a poco tras la mirada de las olas rompientes en la arena. La vida se le había vuelto triste y tan sólo ciertas cosas le hacían sonreír. El banco de madera toscamente labrado y peor pintado de cierta clase de verde, se acoplaba perfectamente a su espalda encorvada de tanto trabajar. Pensaba en sus nietos, pobres criaturas sin padres a quienes debía mantener. Niños con la mirada triste y los estómagos vacíos. No tenía trabajo fijo, y a su edad, tenía que recursearse llevando canastas de pescado desde el puerto a la caleta. Los niños tristes, con la ropa raída lo recibirían con una sonrisa en la pequeña casita construida con adobes y esfuerzo en los que fueron sus años mozos. Se sentía morir, caer hacia la pendiente de la vida, al igual que aquel sol en la distancia. Su respiración empezó a agitarse, lentamente en un comienzo y luego de una manera brusca. La mirada se le congeló y dejó ir la vida pensando en sus pequeños el mismo instante en que el último rayo de sol daba luz a la bahía y a la plazoleta donde se encontraba.


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